martes, 1 de diciembre de 2009

Poema para un asecino


En los tenebrosos rincones de su cerebro.
Miserables y sucios deambulan los pensamientos.
Desnudos, desvergonzados, siniestros.
Pariendo hijos deformes, se revuelcan satisfechos.

Sus pensamientos son oscuros, indescriptibles.
Fecundos de odio lo desangran asta el tormento.
Son como parásitos retorciéndose en las venas.
Recorriéndole las entrañas, devorándolo por dentro.

El puede escuchar en la oscuridad las voces.
Los espectros.
La muerte saturándole los sentidos.
Clamando carne y sangre.
Exigiendo su botín. Susurrándole al oído.

Muerte.
Muerte. Sangre y muerte

Las imágenes se multiplican.
Morbosas. Fagocitando.
Y la carne se abre,
desmenuzándose lenta.
Los huesos crujen,
se rompen, se astillan.

Lamentos.
Lamentos . Sangre y lamentos.

Silencio inmenso.
Profundo y calmo silencio.
No hay voces.
Ya no hay pensamientos.

Solo el cuerpo.
Él.
La Sangre y el cuerpo.

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