viernes, 23 de abril de 2010

Recuerdos


El frío se agolpa de una manera brutal, intenso, grueso, convocante a los interiores de todo tipo. No es fácil persistir; no es imposible, por ello.
Recuerdo, si, esos enormes fríos mañaneros en Hersilia, patria de mi primera infancia, donde caminaba junto a los bretes del ferrocarril, cruzando la vía, para ir a la escuela fiscal. Iba solo, con mis siete años a cuestas. Era otro mundo. Mi madre me abrigaba: guantes de lana, pulloveres, medias pesadas tres cuartas –los niños no usábamos pantalones largos hasta los catorce años- y, arriba de todo, el poncho. El mío era un poncho azul con líneas decorativas, dos o tres, blancas. Azul profundo. Tenías, además, algunas pintas rojas o coloradas, como decíamos antes.
No era el único que iba con poncho. No, porque era un atuendo normal. Nos cubría del frío y de la fina llovizna, cuando ella aparecía y se desbarrancaba sobre el llano.
El poncho, además, nos daba una identidad. Cada cual tenía el suyo con variaciones de colores y de flecos. De lejos sabíamos quien venía.
A esta vestimenta la vi en los arrieros cuando pasaban, con la tropa, frente a la que era mi casa, camino a los bretes. Entre el mugido de los animales, el ladrido de los perros que ayudaban iban ellos: los laderos y los de fondo, entremedio del polvaderal, protegido con los ponchos.
Niños, aún, miraba su paso escuchando los gritos azuzando a los animales, sin reconocer el cansancio de horas en esas tareas pero admirando la misma. Siempre alguno saludaba, chambergo en alto, fusta en mano, levantando el costado del poncho como un ala y, en la punta, la mano, supongo áspera, como una caricia a la joven vida.
El frío sigue azotando estos sures litoraleños. Espío por la ventana el patio, opacado su verdor. Cubren mis piernas un poncho salteño que supe comprar en uno de mis tantos viajes.
Y de pronto, mi patria de infancia.



*de Oscar A. Agú. cachoagu@yahoo.com.ar
Julio/agosto 2009

1 comentario:

  1. Hola;vengo a agradecerte tu inmersión en mis escritos,pobres escritos, con los que derramo mi interior.
    Qué justo leer esto,pues hoy me vino a la mente escribir sobre esas cosas (objetos)que sin vivir,tienen vida. La tienen porque son evocadores de instantes,de momentos de nuestra vida. Y eso les da vida propia...
    En tu caso, veo que ese poncho te devolvió a la niñez y las costumbres ancladas en el tiempo.
    El poncho que te pusiste,te hizo recordar aquel otro...
    Curioso,¿no crees?
    Un gusto pasarme por aquí.Por supuesto, te enlazo junto a los seres que me atraen y seguiré leyéndote encantada.
    Perdona la perorata.
    Un beso.

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